PRÓLOGO



3073 d.L.*

Las luces del alba comenzaban a iluminar la tierra, el rocío bañaba la superficie del suelo y el cántico de los pájaros interrumpía el largo silencio de la noche; al igual que las estrellas iban desapareciendo con los primeros rayos de sol, la esperanza iba muriendo. En una vasija ardían unas ramas formando un pequeño fuego, otro recipiente lleno de agua mostraba el reflejo del amanecer y un cuenco con tierra se humedecía con el suave rocío que la mañana dejaba caer. En el mismo altar, otra vasija humeaba lentamente con la leve brisa y con los albores del día, el guardián comenzó su tarea.

Vigilaba la sagrada formación desde mucho tiempo atrás, nadie conocía su paradero y apenas gente sabía la existencia de un guardián. Con el techo al aire libre, altar circular predominante, y toda hecha de piedra, la formación lucía en una gran explanada verde. Alrededor de la misma estaban enterrados los anteriores guardianes.

Hacía algunos días que presentía en su interior que algo no iba bien, sus poderes le avisaban pero ya era demasiado tarde, sabía que el destino estaba escrito en el firmamento y que su cuerpo no sería enterrado bajo la misma tierra que la de los demás guardianes. Delante de él tenía una gran estatua de un ave cuyos ojos eran  rubíes y su cuerpo de oro puro.

Cuando entre las columnas del lado Este del área circular se divisaba el Sol, el encargado recorrió la ancha pasarela apagando las antorchas. Al terminar se postró de rodillas frente a la estatua, mientras lo hacía notó como su cuerpo jovial empezaba a envejecer rápidamente;  entonces lo comprendió, en ese mismo y preciso instante supo el significado de todas sus visiones, comprendía el libro y cayó en la cuenta de todas las cosas que le habían acontecido a lo largo de su longeva vida.

El terror se apoderó de su cuerpo y una gran premonición le vino a la mente, con todas sus fuerzas gritó su contenido. Las palabras hicieron avivar los elementos de las enormes vasijas, una columna de fuego y otra de humo, lucían bastante parecidas a un tornado, la tierra vibraba soltando polvo alrededor y el agua hacía ondas ascendiendo y descendiendo de su recipiente.

Mientras intentaba recuperarse del trance, venían a su mente múltiples imágenes de su vida, su poder iba mermando a medida que se recuperaba. Algo le anulaba sus fuerzas. Cogiendo impulso con sus manos consiguió ponerse en pie y cuando se dirigió a un lateral para salir de la formación apareció frente a él alguien oculto bajo una capucha negra. El guardián comenzó a temblar, supo que había llegado su fin. El ser encapuchado era alto y erguido, no le pudo ver bien la cara aunque sabía quién era, le estaba esperando. El ambiente se volvió muy tenso:

-          ¡Dame el libro! – el guardián se negó a decirle nada.
-          ¿Me estás escuchando? Dime ¿dónde está el libro? o te torturaré hasta el fin de tu pobre vida. – el guardián siguió en silencio.
-          Acabaré primero con todos los que te importan.
-          Soy un guardián, hace tiempo que acabaron con todos ellos - le miraba a la cara con fuerza, y con valentía aguantaba las lágrimas que luchaban por salir, seguía negándose a decirle nada.
-          ¡Tú lo has querido! -  el hombre sacó una espada con la hoja muy brillante, empuñadura negra, gritó unas palabras y de ella salió un rayo que dejó inmóvil al guardián.

Sin poder moverse paralizado, observaba como el encapuchado le apuntaba con la espada. Con un movimiento de su mano, comenzó a notar cómo todos sus huesos se iban tronchando. El anciano profirió un grito desgarrador de agudo dolor mientras el ser sonreía:

-          ¿Dónde escondes el libro?
-          Aunque le tuvieras delante, nunca se revelaría ante un corazón tan corrompido como el tuyo – dijo entre lágrimas y alaridos. El ser retorcía su puño para incrementar el dolor del guardián:
-          ¡Mientes! ¿Dónde está?
-          De mi boca nunca saldrá tal revelación. ¡Nunca! – gritó entre lágrimas.
-          Entonces ¡Muere! – gritó.

El encapuchado ascendió la espada para hacer levitar el cuerpo del anciano que se retorcía en el suelo. Se acercó, se miraron fijamente y    después, disfrutando, le rebanó el cuello decapitándolo.

En el instante de su muerte estuvo preparado, sabía que no iba a morir en vano, a mucha distancia de allí, en otro tiempo y otro lugar, una pluma había escrito la premonición que momentos antes había tenido. El cuerpo del guardián cayó al suelo llenando todo de sangre. El ser se fue dejándole allí, no sin antes tirar todas las vasijas del altar, provocando así un desastre mayor, pues desconocía, que lo que acababa de hacer repercutiría en todas las cosas a lo largo de toda la historia.


* 3073 Después de la Ley Ancestral


                                                                                                                          CAPÍTULO 1

2 comentarios:

  1. Prólogo muy interesante, a leer el capítulo uno.

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  2. Por fin lo terminaste!! Está suuper interesante el prólogo. Que sepas que me lo voy a leer! Te deja con ganas de saber que va a pasar! :)

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